En las acciones de graffiti ilegal, las bolsas han ocupado siempre un papel crucial a la hora de transportar la pintura sin generar sospecha. Algo tan común como una bolsa de plástico desechable no parece el medio más previsible en el que esconder aerosoles. De esta forma la bolsa se convierte en una metáfora metonímica del graffiti que incluso puede llegar a reflejar parte de la forma de vida del escritor que la lleva.
El fotógrafo Daniel Luengo se ha centrado en este elemento para una serie de capturas que ha publicado recientemente en su Instagram. Se trata de un puñado de fotografías instantáneas cuya estética naíf casa a la perfección con la desaliñada apariencia de estos sacos rellenos en su mayoría de sprays MTN Mega y MTN Madmaxxx.
«La idea surgió un día en el que estuve bromeando con unos amigos sobre el tópico del escritor que siempre va con la camiseta de fútbol y una bolsa de El Corte Inglés, un cliché típico del ‘trenero’ español» explica Daniel, quien realizó las fotografías con sus propias bolsas y las de sus amigos antes de pintar. Al parecer, muchas de ellas provienen de compras en supermercados o utilizadas durante grandes adquisiciones de pintura.
Pasar desapercibido no es el único motivo de su uso, la comodidad que permiten a la hora de pintar y su carácter desechable -que hace que una vez gastada la pintura te olvides de llevar nada más encima en lo que queda de noche- son también un aliciente que incentiva su uso.
Así, las bolsas se convierten en un símbolo codificado por las costumbres del graffiti ilegal que sólo los escritores llegan a entender, escondiendo tras ellas no sólo la pintura de su interior, sino también las piezas y los tags de sus autores anónimos cuya identidad solo podemos elucubrar•
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