Es un hecho, los festivales de arte urbano están llegando a todo el mundo. Pero no en todos los lugares puede hacerlo de la misma forma, como es obvio. Esto puede darse por razonéis geográficas, burocráticas o, directamente, socioculturales. En el último caso se trata de un fenómeno que nos sirve para darnos cuenta de que lo que conocemos como libertad artística no existe como tal en algunas sociedades que consideramos cercanas. La aceptación del arte y sus mensajes no sigue una evolución homogénea en todo el mundo, y queda aún mucho trabajo para que la tolerancia y el respeto que creemos fundamentales se difundan por igual.
A la artista mallorquina Gracia de Juan le ha tocado lidiar recientemente con una curiosa situación de censura derivada de estos aspectos comentados. El contexto es el festival Djerbadream, la segunda edición del Djerbahood celebrado hace 4 años en el pueblo de Erriadh localizado en una isla tunecina de Yerba. 50 artistas internacionales, la mayoría de oriente medio, fueron invitados a esta nueva edición tras un proceso de selección en el que era requerido el portafolio del artista.
Tras algunos problemas de tipo logístico, la odisea artística de Gracia de Juan llega a su clímax en pleno proceso de la obra. Sus propias palabras explican al detalle la experiencia y nos dejan una sabia conclusión respecto al incidente.
«Llego al festival y ante la imposibilidad de facturar 50 latas de spray me toca pintar con los únicos botes que la aduana deja entrar en el país a una temperatura de 45º C, lo cual supone un churro máximo. La pintura me llega con una semana de retraso y cuando por fin me pongo a trabajar, la gente empieza a cuchichear sobre mi trabajo hasta que un chico de la organización a decirme que no puedo pintar lo que estoy haciendo. Finalmente el director del festival viene hacia mí y me dice literalmente «si tú pintas esto yo esta noche voy a la cárcel y mañana se para el festival». En shock le reprocho que lo que me está diciendo es totalmente irresponsable y ante la sugerencia del resto de artistas de que «cambie» mi arte la única opción que me queda es borrarlo.
En los próximos días me reúno con la organización y discutimos, si después de insultarme públicamente, me dejarán hacer mi trabajo, me volverán a censurar o directamente si lo mejor es marcharme. Visto que mi trabajo gira enteramente entorno a la mujer y la simbología ligada al matriarcado acordamos realizar otro mural dónde apareceran mujeres desnudas en posturas, bajo su punto de vista, menos «eróticas».
Empiezo un segundo mural y después del consentimiento de la organización, son las propias vecinas las que llaman a la policía y, después de hacer otra vez un drama público, borran literalmente el mural en mi cara con el consentimiento de la organización.
Después de este espectáculo y de ver como quedo totalmente desamparada por la organización, mientras los otros artistas proceden con su trabajo sin problemas, decido retirarme y tomar una decisión: o me tomo mi estancia allí de una manera más contemplativa o me voy enfadada.
Intenté trabajar durante los siguientes días pero los propios vecinos no querían ofrecer sus muros para no ser cómplices del escándalo. Vergüenza pública, salgo en la prensa, etc. Decido retirarme por unos días a disfrutar de la isla y cortar el rollo.
Finalmente mis colegas franceses se van de la isla y me dejan toda su pintura (MTN 94) para que pinte con pintura decente en el tiempo que me queda. Consigo hacer dos murales, uno pequeño y uno grande en los muros del propio director del festival (ya que es la gente del pueblo quien cede sus paredes para pintar). Él se disculpa y me felicita por mi perseverancia y haber conseguido pintar algo a pesar de la adversidad ya que todos se esperaban que me marchara.
Considero que este tipo de situaciones son necesarias porque sacan a relucir las carencias y las garantías mínimas que se deben ofrecer en este tipo de festivales. Para organizar cualquier tipo de evento internacional hay que tener la capacidad de acogerlo. En este lugar, el ser mujer y artista en sí misma y que tu arte sea un reflejo de ti, puede costarte la cárcel incluso estando dentro del marco de un festival internacional. Que sucedan estas cosas nos hace salir de nuestra burbuja y entender el trabajo que queda por hacer y la importancia del mensaje que traemos como mujeres artistas. Para lidiar con ello hay que desaprender de los privilegios del primer mundo y aprender desde la aceptación, los límites del choque cultural intentando que tu mensaje prevalezca intacto♦«
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