El artista urbano valenciano se ve salpicado de polémica, esta vez contra su voluntad. Las intervenciones realizadas para el colegio Bernat Artola no han sido bien recibidas por algunos de los padres del alumnado por su estética y a pesar de su mensaje.
12 artistas 12 colegios. Bajo esa propuesta se enmarcaba la participación de Escif en un proyecto desarrollado en el colegio Bernat Artola de Castellón. La acción era asimilada por el artista como un verdadero reto, dada la responsabilidad que a su juicio supone una intervención situada en un centro de educación. “Es bonito pintar una pared decorativa en un colegio, pero más bonito aún es pintar una pared que participe en la educación de los niños de un manera activa”, explica Escif en un texto que argumenta la polémica obra.
Este noble propósito se tradujo en una ingeniosa idea: poner en marcha un original taller que, planteado de forma audaz, conseguía filtrar la creatividad más pura de los alumnos participantes y ponerla de manifiesto gráficamente. “Cada alumno parte de una imagen y tiene que interpretarla en una hoja aparte. Después de unos minutos, se retiran las imágenes originales y los alumnos pasan sus dibujos al compañero que tienen a su derecha. Ahora tienen que interpretar el dibujo de su compañero. Esta secuencia se repite cinco o seis veces, de tal forma que las imágenes originales van cambiando filtradas por la imaginación y la creatividad de los niños” explica en el mencionado documento.
Así, algunos de los dibujos finales serían escogidos por Escif y reproducidos en gran tamaño sobre algunas de las paredes de la escuela. Como cabe esperar, el resultado de este experimento encajaría a la perfección, tanto estética como conceptualmente, en algunas vertientes del arte contemporáneo; además de suponer el reflejo del contacto directo entre arte, artista, edificio y alumnos. Pero, como también cabía esperar, la reacción instantánea de algunos de los padres del alumnado, que no han comprendido las obras ni se han interesado por su significado, ha sido negativa.
La apuesta de Escif por un tipo de arte meditativo, que de pié a la reflexión y así se adecue al contexto educativo en el que se emplaza, no parece haber recibido una acogida en proporción a sus intenciones. Algunos padres y madres de alumnos, han llegado a pedir, directamente, el repintando de las obras para su eliminación. En consecuencia, el artista valenciano ha ofrecido ceder su retribución económica para el borrado de las obras, en un gesto de responsabilidad artística.
Las conclusiones que sacamos de toda esta polémica vuelven a poner en cuestión la libertad artística, como en el caso de PichiAvo, por motivos puramente estéticos. En esta ocasión es particularmente triste ver que el instinto de crítica superficial pueda ser superior al interés por el significado artístico. Algo que es sintomático de un profundo problema de educación, tolerancia y respeto por las obras de arte. Como último apunte, es paradójico que sea la Comunidad Valenciana una de las regiones españolas más prolíficas en artistas y a la vez la región en la que encontramos más censura tanto social como institucional.
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