¡Pantone nos ha pasado sus Tres Ases!
«Esta pieza fue la primera de muchas y por eso le tengo un cariño especial. La pinté a finales de 2009 cuando vivía en Leeds, y supuso el inicio de un largo periodo jugando con este rollo de efectos metálicos, fue divertido. Hoy en día me estoy quitando, estoy cansado de verlo por ahí.»
«Llegué al Aeropuerto internacional de Tocumen en Panamá y me estaba esperando un tipo que se identificó con una credencial del gobierno. Éste me sacó del aeropuerto sin pasar por aduana, por una puerta trasera. Me montaron en un coche gubernamental con los cristales tintados y sin matrículas y me llevaron al hotel. Hasta ahora todo va bien, muy bien.
En los días posteriores conocí a la gente de la organización y pregunté por el espacio y los materiales y nada estaba claro. La seriedad terminó en el aeropuerto y el sosiego caribeño me hizo ir a buscar una pared que reuniera las condiciones, sobre todo de tamaño. Un tipo me llevaba por la ciudad, y vi esta pared entre dos cruces de carreteras importantes: el sitio era perfecto y paramos. A modo de Can Cerbero estaba Marlon, un gorila que admitía ser el jefe de la banda, cuando yo pregunté por el presidente de la comunidad. Él me daba permiso para pintar, y sus compinches de alrededor asentían con la cabeza.
A la mañana siguiente me planté allí con la grúa y empecé a pintar en el barrio de Curundú, en la cara menos amable de Panamá. Al final de una jornada apacible dos viejas me increparon desde abajo y los hijos me miraban amenazantes. Cuatro policías me decían que bajara de la grúa al tiempo que llegaron unos 10 más, con aspecto de militar, para contener al personal que mi amigo Marlon no era capaz. Éstos me metieron en un taxi y desaparecí.
Me desperté con una llamada de la directora del evento, diciendo que volviera, que tendría custodia. Pienso que lo solucionaron con dinero, pero todavía no lo tengo claro. Lo cierto es que la segunda jornada empezó bien, hasta que los polis se piraron. La gente me pedía que pintara la bandera de Panamá, el escudo del Real Madrid o la camiseta del Barça. Los casi 40 grados bajo el sol abrasador me hacían sudar de manera que no hacía falta ir a mear los casi 5 litros de agua que me bebía al día. Desde arriba vi como un tipo apuntaba a la cabeza a otro después de una discusión y como Marlon vendía crack todo el día en la puerta de los edifcios.
El tercer día había terminado el mural entero a medio día y los de la organización no me cogían el teléfono para venir a recogerme. Otro jefazo se ofreció a llevarme con su Mercedes, uno que no era propio del barrio. En el coche me enseñó su pistola, una Bersa, fabricada en el barrio de Buenos Aires donde nació mi viejo. El colega iba liándola con el coche y enseñando la pistola por la ventana a las chicas que esperaban el bus. Cuando llegamos al lugar del evento le enseñó la pipa a los demás artistas y fotos en bolas de las tías que se follaba. Yo estaba flipando. Les dije a los del barrio que el muro no estaba acabado, y que mañana volvía y me despedía. Por supuesto nunca volví. Un saludo desde aquí a Marlon, a la Gordis, y a Giban.»
«Esta pieza es un poco la síntesis de todo lo que he venido haciendo últimamente, de los brillos y de la cinética. Y me sirve como punto de referencia para saber hacia dónde voy. También mucho calor en Bangkok, pero la comida y los cocktails en Badmotel están de ole.«
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