La rapidez con la que se desencadenan los acontecimientos en un mundo saturado de información impide que guardemos episodios que forman parte de nuestra historia y con ellos atesorar la sabiduría que conllevan. A veces, eso se ve contrarrestado por elementos físicos que impiden que esa parte de la historia desaparezca por completo de la memoria de los que no vivieron los sucesos en primera persona.
Uno de esos elementos es el muro de la paz en Belfast, Irlanda del Norte; muro que el ejército británico (recordemos que Irlanda del Norte forma parte de Inglaterra) construyó para proteger a la gente de la ciudad en los disturbios de 1969.
Los disturbios empezaron a finales de los años 60’ pero las cosas se pusieron muy feas en el año 1969 cuando protestantes y leales junto a la policía atacaron a católicos y quemaron sus casas. La gente construyó barricadas, pero aún así muchos lo perdieron todo, de ahí que el ejército decidiera crear el muro, que siguió creciendo durante muchos tiempo después hasta los procesos de paz de los años 90’s.
El muro atraviesa varias calles y consta de varios portones que se cerraban a los primeros indicios de hostilidades, y en él se podían ver y leer mensajes sectarios y ofensivos.
Hasta este momento no hay nada que huela a graffiti, ¿verdad?
Bien, sabemos que graffiti hay en todos lados y que básicamente trasciende cultura, religión y política. Éste es uno de esos casos.
Unos cuantos escritores de ambos lados (Rask, Movs, Dris… ) y William Smith (ex prisionero protestante y lider de la comunidad) decidieron trabajar juntos para repintar el muro y tras un arduo trabajo de negociaciones consiguieron el permiso y la seguridad para pintarlo por primera vez en la Pascua de 2009, cuando aún nadie se aventuraba a visitar el área y los vecinos sospechaban de los desconocidos. Cuando aún habían algunos encontronazos en ambos lados del muro.
Actualmente el muro recibe muchísimas visitas, los ex presidiarios se encargan de contar qué pasó a los turistas para que la historia no se repita y estos escriben mensajes pacíficos y positivos en el muro.
La guinda del pastel es que esos mismos mensajes llenan las piezas que pintan los escritores. De alguna manera los visitantes interactúan con ellas, escriben sus mensajes dentro de las piezas, sin que pierdan sentido o forma.
Este reportaje ha sido posible a la ayuda desinteresada de Rask TDAklann. Gracias por todo.
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