Coincidiendo con el solsticio de verano, un enorme sol ha aparecido pintado esta mañana en la plaza Francesc Macià de Barcelona. Durante la noche anterior, una veintena de activistas de Greenpeace han llevado a cabo esta gigantesca intervención para la que se ha utilizado más de 2000 litros de pintura ecológica amarilla. Por la mañana, una brigada de limpieza ha retirado la pintura mientras la guardia urbana regulaba el tráfico.
Esta acción cercana al land-art se ha llevado a cabo como protesta por el impuesto al sol, una indignante medida tomada por el gobierno español para evitar que los ciudadanos se independicen de las grandes compañías eléctricas. Un impuesto que, más allá de manifestar el escaso compromiso del gobierno con las energías renovables, es consecuencia directa del tráfico de influencias existente entre las principales compañías de suministros del país y los representares políticos en ejercicio.
Sara Pizzinato, responsable de la campaña de Greenpeace por las energías renovables ha declarado: «El Gobierno español sigue anclado en el pasado defendiendo ayudas a las energías sucias como el carbón o la nuclear. Y en las negociaciones europeas todo su interés está en asegurar cláusulas para que España pueda incumplir impunemente los nuevos objetivos de renovables o para legitimar el Impuesto al Sol en todo Europa».
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