A día de hoy parece que queda bastante clara la diferencia entre graffiti y street art. Muchos tienen una explicación sencilla: el graffiti lo hacen los que escriben su nombre mientras que el street art son representaciones de ilustraciones y formas abstractas en las mismas superficies. ¿Pero es realmente tan sencilla la solución a esta cuestión?
No todo se reduce a letras, también entra en juego una cuestión de ubicación. Muchos escritores de trenes y metros contemplan la posibilidad de experimentar sobre ellos, más allá de las letras, sin que se cuestione la definición de lo que hacen. Un fenómeno que se remonta a los inicios del graffiti mismo, como nos demuestra la obra de Futura 2000.
No es de extrañar que el metro de París, ciudad que históricamente ha sido adalid de la vanguardia tanto artística como en el graffiti, sea uno de los sistemas en donde más se da esta experimentación fuera de las reglas tradicionales del writing. Por eso, y por la facilidad de ver convoyes sin limpiar, Drips ha dedicado un interesante artículo al respecto.
«A diferencia del street art, la lógica del graffiti se basa en escribir tu nombre en todas partes, ¿cierto? Y especialmente en trenes y metros. (…) Sin embargo, desde hace algún tiempo, hemos visto más y más graffitis totalmente ilegibles. ¿Arte abstracto o analfabetismo?»
«El graffiti abstracto sobre ruedas, no es nuevo. Vania, que ha estado activo en los trenes de la región de Montpellier desde los años 90, se ha especializado desde principios de los años 2000 en pintar piezas cada vez más abstractas. Sus «flores eternas», como él las llama, con unas formas muy específicas, son únicas. Tanto que no necesita escribir su nombre para que sepamos que son suyas.»
En Barcelona tenemos también a un escritor autóctono especialista en abstracción: Al igual que Vania, Kenor ha recurrido en muchas ocasiones a unas características formas afiladas para dejar su marca, y a la vez decorar trenes y metros.
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